
Una queja frecuente entre padres y profesores es que las vacaciones escolares de verano, especialmente en los países donde son más largas, suponen una interrupción demasiado profunda del proceso de aprendizaje: los estudiantes olvidan muchos contenidos vistos durante el curso, pierden hábitos de trabajo e interés por las materias. Y todo esto hay que recuperarlo, con prisas, a la vuelta del parón. ¿No sería más útil reducir las vacaciones para amortiguar, al menos, el bajón?
El sentido común dice que sí: más tiempo en la escuela, o realizando actividades cognitivamente enriquecedoras en otros lugares, sería bueno para todos. Aunque esta idea lleva décadas repitiéndose, los efectos negativos que ha …