Estos programas de inmersión total en un entorno angloparlante hacen que los alumnos se desplacen a estos países durante un periodo de tiempo, dependiendo de la edad a una residencia o a familias de acogida, con la idea de conseguir estos objetivos principales:

–        Reforzar las destrezas lingüísticas del idioma inglés.

–        Inmersión y experimentación en una cultura distinta a la nativa.

–        Crecer en madurez y autonomía personal.

Tras salvar los primeros escollos de aterrizar en tierras inglesas (nuevo uso horario, rutinas, moneda distinta, novedades culinarias…) los primeros días fueron de adaptación, tanto a las normas del colegio como a las de la residencia, ya que también convivíamos con estudiantes de diferentes orígenes que vivían allí. Una vez superada la primera semana, todo pasó volando.

Aparte de descubrir otro sistema educativo, en el cual, aparte de aprender inglés, también teníamos clase de latín, Drama, Cocina… el día a día nos llevó a aprender sobre una cultura diferente.

Pero no todo es académico. Los fines de semanas aprovechábamos para visitar los lugares cercanos para aprender más sobre la cultura local e inglesa y así lograr una inmersión mayor.

Durante estas semanas hemos tenido oportunidad de realizar visitas culturales, conocer lugares de interés y parajes naturales.

La primera semana asistimos a un acto en recuerdo de los caídos en la Primera y la Segunda Guerra Mundial, ya que en el colegio estudiaron alumnos que participaron en ella.

La semana siguiente estuvimos en las cercanías de York, patinando sobre hielo, algunos aprovecharon para realizar comprar y descubrir una moneda diferente a la que estamos acostumbrados.

La penúltima semana aprovechamos para ir a York a visitar el pueblo y su fantástico mercado de Navidad.

La última semana se pasó muy rápido, ha alguno le costó cerrar la maleta entre la multitud de recuerdos y regalos que llevaban de los lugares visitados. Pero lo más importante es que llevamos muchos aprendizajes en nuestra mochila de experiencias

Hemos crecido personalmente, no solo con el aprendizaje del idioma, sino en autonomía personal, madurez, el intercambio de experiencias y la convivencia con otros alumnos del colegio y de la Red, con los que nos hemos relacionado en la residencia y en las diversas actividades y dinámicas que allí hemos realizado.

¡Una experiencia increíble!

Artículo original publicado aquí